Daniela Prado es la joven poeta que representa la juventud caleña en el certamen de poesía más importante del país. Perfil sobre una inquietante voz en la nueva generación de las letras vallecaucanas
-Siento la necesidad de transgredir con el lenguaje. La necesidad de manifestar el desencanto por el hombre, por la sociedad –dice Daniela Prado, quien a sus escasos pero fructíferos 21 años de edad, ha sido antologada, laureada e invitada a festivales donde la palabra retorna a la cima en la que siempre ha debido estar-.
Daniela escribe y tacha de la misma manera en que enciende y apaga cigarrillos. Tajante y venenosa en sus comentarios; de esporádica y potente lucidez; incomprensible e iconoclasta; Prado habla de estructura, existencialismo, preceptos, clichés y otros cosas que giran en torno a su cabello siempre suelto y su voz ronca.
-Me preguntás por poesía, pero no sé cómo explicarlo. “La poesía eres tú”, dijo Bécquer refiriendo todo y a la vez nada.
Exonerada de pomposos adjetivos, Daniela habla como es: con el lenguaje de quien ha conocido el andén, pero, sobre todo, de quien halla en el papel una plataforma para irrumpir las cadenas que han sometido a la palabra al caudillismo de lo que es. Los pontífices van y viene con manuales y paradigmas, pero ella sostiene que, simplemente, un buen poema la debe sorprender, diciendo algo no necesariamente novedoso, pero sí intrínseco en las figuras que componen su osamenta.

Daniela es la joven poeta caleña que hace presencia en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, que en su vigésima sexta edición rinde homenaje a los 100 años de muerte del poeta maldito, Arthur Rimbaud.
El certamen es quizá el evento más importante de la escena poética de la nación. En su lista de invitados se encuentran grandes figuras de la poesía nacional e internacional (este año 80 poetas de más de 36 países). De ahí, pues, que resulte importante la asistencia de esta joven caleña, que cursa séptimo semestre de licenciatura en Literatura en la Universidad del Valle.
La celebración saca la poesía del lugar donde se esconde, para de esta forma poner en la palestra el trabajo de voces avezadas, así como de cantos experimentales y de otros que encuentran en el género el juego del que hablaba la poeta Szymborska.
Para ella la relevancia del encuentro radica en “el sentido que cubre el lenguaje sin importar el idioma; en estos espacios, se demuestra que el lenguaje sirve para estructurar una empatía hacia el otro, pese a que cada persona escribe de acuerdo a su contexto”
Causalidad es otra manera de decir destino
Prado dice que empezó a tejer palabras sin saber el color del hilo del que pendían; estando adolescente abrió un blog en el que desembarazaba sus inquietudes. Sus lectores ocasionales le decían que sus expresiones tenían visos poéticos. Ella, que se queja de la falta de incentivación estando en el colegio, dice que comenzó a navegar entre metáforas y versos y fue así como terminó atrapada por la dama de cabellos ardientes, de la que hablaba Barba Jacob.
Pero, a diferencia de lo que la percepción podría indicar, su poesía no está atestada de lloriqueos y pataletas que le aúllan al desencuentro amoroso. Despotrica contra la formula facilista y ridícula con que otros y otras pescan incautos adeptos.
Daniela no escribe sobre el amor, o al menos no en sentido explícito. Sus ramificaciones están atadas por sombras y pestañas que disertan sobre el existencialismo. En sus poemas reposan críticas a su espacio circundante, a su familia, a su sufrimiento, ella lo resumiría diciendo que “la vida es un lugar violento”.

Baste con leer algunos de sus poemas para darle la razón, escribe Daniela: “El mar no es sinónimo de soledad porque es un plural comprimido”. Y entonces cualquiera diría sí: es un plural que se comprime (o singulariza) cuando lo sentimos. Es una línea que pareciera fácil, pero con una estética que sabe articular la belleza y el sentido.
Estudió un semestre de Ciencias Políticas en la universidad Icesi, y a pesar de que tiene marcada su orientación política, ella le huye a la poesía con tendencia ideológica, aunque reconoce que el acto de comunicar es un acto político entendiendo esto como un artificio humano para organizar a la sociedad donde el lenguaje es un acto de poder, una herramienta por la cual se intenta persuadir a alguien de algo.
En sus referencias divergen muchas voces, desde Vicente Huidobro hasta César Vallejo, desde Vladimir Mayakovski hasta Pizarnik, desde Nicanor Parra hasta Leopoldo María Panero, desde María Mercedes Carranza hasta Fernando Pessoa.
Proactiva y gestora, le dijo a Fernando Rendón, director del festival, que era importante incorporar más voces juveniles. Afirma que a pesar de que no está pasando nada relevante en Cali, “se podría decir que no hay escena”, sí se pueden ver esfuerzos aislados, carentes de tribunas que les permitan exponer sus propuestas. Polémica, pero con aires de humildad dice que más que crecer como imagen, le gustaría hacerlo como conjunto.
Lea dos de sus poemas:
La esencia de lo abstracto
En la esencia de lo abstracto
ya no soy esta carne trémula
ni esta carcajada absurda sin sosiego
Porque aunque algo parece simple no lo es
y hasta en lo banal
existen motivos para amar o morir
En la esencia de esta piel
soy materia invisible
y con mi voz
construyo la línea por donde alguien transita
En lo abstracto del concepto
parezco fuerte e ilegible
encriptada y subjetiva
como la arbitraria validez
en que fundamos el lenguaje.
Yo podría correr
Al lugar de la suerte
Anularlo todo
Cerrar el alma y mi máscara de carne
Perder mi piel para que arda la noche
sus mapas como huesos
Y en un acto hermoso
descubrir como nombrar
por primera vez
la cicatriz de las ciudades.